El viernes 23 a las 21:30 se realizará dentro de la Temporada Internacional, la presentación del joven pianista Boris Giltburg, ruso aunque ciudadano israelí, que en esta oportunidad, será acompañado por la Orquesta Sinfónica de la Provincia de Corrientes dirigidos por la Maestra Andrea Fusco.
Sus candentes y completas técnicas le permiten ir desde el más leve susurro, hasta un elemental estruendo que nunca se distorsiona en tosquedad ni violencia. El llamado a armas de la Sexta Sonata no podría ser más belicoso ni articulado, y la tensión está en una desolación sin compromisos, donde todo está sujetado con un equilibrio de acero.
Puede haber un pequeño tiempo para un transcurso caprichoso en la misma sonata Allegretto, pero escuchar a Giltburg en los lentos movimientos de las tres Sonatas significa escuchar a un pianista con una sensibilidad tan aguda para la voz y textura que es como un cielo estruendoso.
Los tempos están del lado salvaje. Todo tiene coherencia en las paseos astrales del primer movimiento de la Octava Sonata y cuando usted escucha a Giltburg en las últimas páginas de este movimiento y el final, con la sugerencia del último triunfo, solo puedes descartar la pluma y el papel y escuchar con admiración e incredulidad. Estas grabaciones son excelentes y hay un ensayo iluminado por el propio pianista, donde él escribe sobre la “guerra… en tu cara, marchando hacia ti con ojos muertos y no es agradable.”
Prokofiev: Sonatas de Guerra, crítica de CD clásico.
En la crítica a su CD fue muy halagadora: “Estas interpretaciones de Boris Giltburg tocando Prokofiev son poderosas e intuitivas”.
La sonata focal de tiempo de guerra tríptico de Prokofiev es la número siete, terminada en 1942, un año luego de que la Unión Soviética entre en conflicto. Pero la imágenes de guerra, su poder destructivo y los sentimientos de aprehensión e introspección que puede inducir son al igual de gráficos que en la sonata número seis de 1940.
Estas sonatas estarán por siempre conectadas con dos grandes pianistas rusos del siglo XX, Sviatoslav Richter y Emil Gilels, pero el joven Boris Giltburg nacido en Moscú las actualiza tocando con increíble estilo y personalidad, cavando profundo en la fibra de la música para iluminar su contenido emocional y aprovechando una bravura autoritaria para destacar la ferocidad y la osada fuerza que las partituras frecuentemente transmiten. Él tiene la confianza y la facilidad en la técnica para afrontar los movimientos a una velocidad estrepitosa: la inexorable propulsión del segundo movimiento de la sexta sonata es llevada en un verdadero allegretto en vez de un andante, cuyas complejidades de textura se imponen, y el final de la séptima sonata empieza- y luego se mantiene- con un ímpetu aterrador en respuesta al marcado precipitato de Prokofiev. Si puedes hacer esto a esta velocidad mientras aseguras que los saltos del teclado cruzado y los acentos únicos estén firmes en su lugar, ¿por qué no hacerlo?
Pero esto es sólo una parte de la habilidad de Giltburg en estas sonatas, porque también tiene el compás profundo y oscuro de Prokofiev, su melodía embrujada y los detalles de la disonancia que pueden destruir un ostensible idilio. Estas interpretaciones son poderosas e intuitivas, ejecutadas con un entendimiento de estilo y una presencia notable.